Anexo a la fortuna crítica
a la obra de Alejandro Arnutti
En la fuente, los pintores lavan el rostro del alba.
Empresarios y trabajadores, hombres y mujeres de todos los oficios, construyen el armazón metálico de la civilización. Sin embargo, la tarea de revelar el alma de los pueblos, ayer y siempre, fue la noble misión de los artistas.
A través de las manifestaciones artísticas, la experiencia histórica de los pueblos encuentra su testimonio imperecedero.
Para entender Rio Grande, no hay mejor camino que recorrer la obra de Simões Lopes Neto, sus relatos e historias, y Erico Verissimo en “O Tempo e o Vento”, una verdadera puerta de entrada cultural al Continente São Pedro. Y así, por los caminos de este vasto mundo, en el campo, siempre está el arte cumpliendo su papel de declarante. Río de Janeiro está en Tom Jobim, y el nordeste brasileño, en el pintor de “Retirantes”, Candido Portinari.
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Hagamos la revolución femenina , ahí está en la novela “Madame Bovary”, de Gustave Flaubert; la afirmación de la identidad juvenil la encontramos estampada en el realismo trágico de John Steinbeck, en la novela y película “Las uvas de la ira”; George Orwell es, mesiánicamente, el heraldo de una civilización computarizada; y los ejemplos seguirían hasta el infinito.
Me atengo al plano pictórico del arte gauchesca . Viajo en el tiempo, voy al encuentro de Molina Campos y su arte caricaturesco, lleno de humor y síntesis. Bajo el emblema “Alpargatas”, estas obras también recorrieron el Río Grande, provocando risas y encantamientos, llenando la memoria de sucesivas generaciones.
Recorro la obra del artista argentino Cesáreo Bernaldo de Quirós , con su serie “Los gauchos”, y los uruguayos, destacando aquí a Manuel Rosé, Pedro Figari, Rafael Barradas.
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En Río Grande se destaca el arte de Pedro Weingärtner , exquisito en la línea, abrazando el alma de nuestros gauchos campeiros. Y, después, Nelson Jungluth, brillante colorista, de estilo inconfundible, que junto a Danúbio Gonçalves, a través de charqueadas, testimonia el Río Grande de ayer y de siempre, con rasgos ejemplares.
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He aquí que surge entre nosotros el pintor Alejandro Arnutti.
En mi casa expongo su panel “Tropa Astra Astra”. Él deleita a los visitantes potenciales. Puedes sentir el polvo en el aire y los potros al galope, así es el perfeccionismo. Es el pintor que necesitábamos para reafirmarnos en el plano pictórico. En su obra emerge esa magnífica identidad cultural que involucra y reúne al gaucho uruguayo y al gaucho de la pampa brasileña, como realidades humanas indivisibles. Digo, con tinta clara, que Río Grande es un Uruguay que habla portugués.
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De su arte, permítanme decir: sus caballos en las aguas, bebiendo en la luz del atardecer, son de una belleza lírica impresionante. El rostro de nuestros viejos gauchos, donde el tiempo traza las huellas, retratando las melenas cubiertas de rocío de los campeiros. Son obras de sentir el viento aterrizando en el rostro y el tiempo configurando rasgos llamativos, heroicos, cotidianos, emblemáticos.
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Los caballos, de distintos pelajes , por su precioso arte, saben capturar la longitud de sus crines balanceadas por el viento. Y son señoras mayores, apaciguadas por la ternura, que les ponen en el regazo la blanca, suave e inocente ternura de las ovejas. Corderos, mugiendo entre los marcos de las viejas puertas de mango. Acicalar, descuartizar, presenciado con mano certera y el mágico don de revelar lo real en síntesis absolutas.
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¡Y qué hay de las tropas de ganado y caballos! Levantan polvo y sorprenden, en un deslumbramiento insólito. Y alcanzan vastas extensiones de encanto que solo un gran artista puede provocar. Sus lazos nos atrapan y estamos atrapados por la gracia de estas obras magníficas, oportunas y necesarias.
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Estemos con él, en las expresiones vivas de su arte.
Rio Grande ganó un premio, recibió el legado de un hermoso patrimonio artístico, fue agraciado con un espejo reflectante, donde se refleja nuestra alma. Sobre la obra de Alejandro Arnutti, podemos decir que hoy su obra asegura su presencia en la galería de los grandes pintores de nuestra temática gauchesca. Fue un honor insólito adornar esta obra con notas a pie de página, modestos pedestales para su múltiple obra creativa.
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En Alejandro Arnutti tenemos el ojo perceptivo para captar la forma exacta de la composición. Una visión del movimiento aprehendido en sus variantes en el espacio y el tiempo. Una sensibilidad agudizada por los colores, donde lo real y lo imaginario corren libres por los campos de su arte. Los variados matices de la pampa se desbordan de sus pinceles.
Así lo veo.
Por eso pienso.
Así siento el trabajo de Alejandro Arnutti
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Luis Coronel
escritor